miércoles, 6 de noviembre de 2013

TRASTORNOS DEL SUEÑO I

Esta noche he estado de guardia y he dormido aceptablemente. Al despertar me he preguntado cómo habrían dormido mis hijos, porque últimamente con el cambio de horario,  la coincidencia de Halloween y el lobo que estaba escondido en un rincón de la casa a oscuras, estaban un poco inquietos y he pensado que podía publicar algo relacionado con esto.
Con los cambios de rutina, los estímulos constantes de la vida diaria, las novedades y los nuevos descubrimientos, nuestros niños presentan algunos cambios a la hora de irse a dormir, mientras duermen y al despertar: hoy hablaremos de los trastornos del sueño en los niños.


El sueño es un estado fisiológico activo que si se altera puede repercutir en el rendimiento escolar y el estado de humor de los niños así como alteración en el desarrollo de los bebés, por eso es muy importante detectar y tratar a tiempo los trastornos del sueño.

Los niños tienen un ritmo de sueño distinto a los adultos y la necesidad de dormir también varía. Las horas necesarias de sueño son distintas en las diferentes edades así:
en un recién nacido son 18h , de 3-6 meses: 15h, de 6-12 meses: 14h, con 2 años: 13h, con 5 años: 11h, con 9 años: 10h, con 14 años: 9h y con 18 años: 8h

Hay varios trastornos del sueño de los niños pero en esta entrada sólo hablaré de tres que son muy frecuentes y hay que diferenciar muy bien, que son el sonambulismo, las pesadillas y los terrores nocturnos que pertenecen a un grupo denominado parasomnias.

1- Sonambulismo
Se caracteriza porque el niño se levanta bruscamente de la cama y deambula por toda la casa con los ojos abiertos y la mirada fija, diciendo palabras sin coherencia, puede abrir y cerrar puertas incluso realizar conductas más complejas con total indiferencia de lo que lo rodea. Al terminar el episodio el niño puede volver a acostarse en la misma cama sin tener consciencia de lo ocurrido al día siguiente, acostarse en otra cama o despertarse desorientado durante el episodio.
Sus causas: no están claras. Puede deberse a factores psicológicos, genéticos, relacionados con procesos febriles, falta de sueño o ruidos externos.
¿Qué debemos hacer?
Lo primero de todo actuar sobre los factores de riesgo si se conocen y evitar que el niño sufra algún daño durante el episodio ya que es totalmente inconsciente de ello, acompañándolo a la cama.


2- Pesadillas
Es uno de los trastornos más frecuentes en los niños. El sueño es largo y no está relacionado con la realidad, el contenido del sueño tiene gran cantidad de detalles que suponen un peligro para la integridad física del niño por lo que durante éste, presenta un componente de ansiedad importante que aún está presente al despertarse, recordando todo lo que ha soñado, a diferencia de los terrores nocturnos que ya explicaré.
Las pesadillas no suponen un riesgo por sí mismas sólo si se hacen muy frecuentes pueden provocar un miedo o ansiedad anticipada en el momento de ir a la cama, alterándose el patrón del sueño y provocando somnolencia excesiva con irritabilidad y componente ansioso, en este caso se relacionan con niños más inseguros por motivos familiares, escolares, etc.
Sus causas: se asocian a algo que ha provocado inquietud en el niño, a medida que ese algo vaya disminuyendo en importancia o vaya despareciendo, desaparecerán las pesadillas.
No necesitan ningún tratamiento porque desaparecen sólas a medida que el niño va creciendo.
¿Qué debemos hacer?
Primero tranquilizarnos nosotros para poder tranquilizar al niño, hablarle con voz suave intentando no hacer referencia al sueño que ha tenido, sólo decirle que ha sido un sueño malo pero que ya ha pasado y según la edad del niño, si es muy pequeñito, quedarnos con él en la cama hasta que concilie de nuevo el sueño, dejarle dormir en nuestro dormitorio o encender un piloto de luz, teniendo cuidado de que esto no suponga para luego un mal hábito.

3- Terrores nocturnos.
En este trastorno el niño se levanta bruscamente gritando y llorando con una expresión de terror, agitación y un componente ansioso importante. Si intentamos despertarlo es muy difícil hacerlo, si el niño se despierta se muestra desorientado y con algo de miedo pero no como el de las pesadillas, además no recuerda nada de lo que ha soñado.
Los terrores nocturnos suelen desaparecer durante la adolescencia y no necesitan tratamiento farmacológico.
Sus causas: episodios traumáticos recientes, cansancio y estrés, componentes hereditarios y factores genéticos.
¿Qué debemos hacer?
No hablarle ni intentar despertarle, dejar que el episodio siga su curso y vigilar que no se haga daño.

Tanto en las pesadillas como en los terrores nocturnos suelen haber factores externos que debemos averiguar, como problemas en el cole o con otros niños y actuar sobre ellos para resolverlos.

Existen más alteraciones del sueño que serán objeto de otra nueva entrada en este blog, pero primero hay que aprenderse éstas.





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